Rochdi Belgasmi, la danza como forma de resistencia

La música y la danza tienen una importante presencia en la cultura árabe. En las distintas celebraciones cotidianas, el aspecto musical contribuye a reforzar el vínculo social y a expresar la importancia de un determinado acontecimiento. Sin embargo, en el momento en el que el baile pasa del ámbito familiar al profesional, del entorno privado al público, la consideración del bailarín se vuelve dudosa. En un país como Túnez, inmerso en una situación contradictoria a causa de políticas culturales que parecen ofrecer y restringir libertades, muchos jóvenes interesados por la danza contemporánea se ven obligados a emigrar a Europa en busca de formación y oportunidades. Pero también se ha visibilizado, tras la revolución, una oleada de bailarines que quiere reforzar la presencia de la danza en Túnez y que, además, la ejerce como un movimiento simbólico de concienciación. Un ejemplo de alguien que arriesga en este sentido es Rochdi Belgasmi, bailarín y coreógrafo tunecino nacido en 1987. «La danza nunca ha sido reconocida como profesión oficial por el Estado. Siendo bailarín, en mi carnet de identidad se menciona que soy actor» afirma, y explica que solo aquellos bailarines que han tomado la decisión de abandonar el país han podido recibir una formación académica que les permite «producir libremente». Rochdi comenzó a bailar a los diez años en clubs de danza de Túnez y posteriormente se formó en ballet clásico en el Centro Cultural Ruso de Túnez y en la Escuela de Danza Clásica IKAA, pero su «verdadera vocación», aclara, nació en el Instituto Superior de Arte Dramático de Túnez. En estos años ha formado parte de proyectos dirigidos por reconocidos artistas como Habiba Jendoubi, Hafedh Khalifa, Aicha Mbarek y Malek Sebai, entre otros. Esta última coreógrafa es la directora de Khira wu Rochdi (2012), proyecto en el que el bailarín comparte escenario con la gran Khira Oubeidallah, «un mito de la danza popular de Túnez» y directora del ballet de la Compañía Nacional de Artes Populares. Afirma Rochdi que «es un espectáculo que de por sí supone una dualidad inspirada en dos iconos inseparables de la danza popular durante los años 70 y 80 en Túnez». El bailarín recuerda este montaje como una experiencia muy emotiva que goza de una gran popularidad en Túnez y en la que puede trabajar, además, con uno de los mejores percusionistas tunecinos, Wissem Mzoughi, sin olvidar la voz del cantante beduino Ismael Hattab. También en 2012, Rochdi creó su primera pieza coreográfica titulada Transe, corps hanté, un solo de danza contemporánea «con una música auténtica», explica, «montada con grabaciones que realicé durante varios días en regiones beduinas de Túnez». Esta pieza, que significa para Rochdi el primer paso de su proyecto llamado Hacia una danza contemporánea tunecina, se ha representado ya en varios países como Palestina, Túnez, Jordania, Costa de Marfil, Burkina Faso, Chad, Marruecos, Argelia o Francia. Aunque en ambas obras se establece un diálogo entre lo tradicional y lo moderno, también presentan claras diferencias. Cuenta Rochdi que «mientras que en Khira wu Rochdi se habla del fondo y de la forma de la danza tradicional en un ambiente festivo que revaloriza estos bailes, en Transe, corps hanté, hay una verdadera voluntad de ir hacia un estilo contemporáneo inspirado en la danza tradicional, con el objetivo de llegar más lejos». La danza tradicional tunecina se caracteriza por ser enérgica, improvisada y con grandes twist o giros de caderas de un lado a otro, realizados generalmente de puntillas. La danza «raqs al-juzur» es un baile tunecino muy conocido en Djerba y en Kerna, en el que los bailarines danzan con faldas y suelen utilizar como elemento principal uno o varios jarrones que sujetan en el hombro o sobre la cabeza, en un impresionante ejercicio de equilibrio. Otro ejemplo reciente de originalidad en el panorama artístico tunecino es el colectivo de jóvenes bailarines Art Solution, que desde su fundación en 2011 reivindica el lugar de la danza a través del baile en distintos espacios públicos. Sobre ellos, Rochdi opina que «tratan, a través de su trabajo, de evidenciar la buena imagen del Túnez que lucha contra toda forma de oscurantismo». El baile es, a veces, el silencio necesario para hablar. Y su voz puede llegar tan lejos como el más largo de los discursos. Túnez es una buena muestra de ello, ya no solo porque surgen formas de mantener viva la danza y la libertad de expresión, sino porque continúan celebrándose varios festivales anuales en los que participan artistas de varios países. Dos ejemplos de estos encuentros son Les rencontres corégraphiques de Carthage (en mayo de 2013) o Les journeés de la danse contemporaine, que en marzo de este año ha celebrado su cuarta edición. Rochdi Belgasmi, que acaba de regresar de los Encuentros internacionales de jóvenes creadores y críticos de arte y escena profesionales, organizado por el Festival TransAmérica (FTA) 2013 en Quebec, confiesa que «generalmente en mis creaciones me alejo de ideologías limitadas y considero que mi arte es portador de mensajes más bien humanos y universales. El medio político y cultural de Túnez es un verdadero terriorio de reto para los artistas y sobre todo para los bailarines».

Elena Berrocal
28-06-2013